En una revisión de mi planificación de 90 días del año pasado, encontré una meta que decía: “HIGH VIBRATIONAL DAY”. La idea era darme un día completo de amor propio, consentirme y vibrar alto. Planifiqué el llegar a la peluquería en la mañana, (no esperaba estar ahí 4 horas), salí de compras, almorcé comida mexicana de afán para llegar a hacerme el pedicure y manicure a tiempo. Llegó la noche, curiosee maquillaje en una tienda de lujo, me sentí bonita pero demasiado cansada. Pensé en aprovechar el estar guapa así que, de improviso, fui a una fiesta de Jägermeister en el centro de Bogotá. No la pasé mal ese día, solamente no sentí que encontré lo que buscaba.
Quizá ahora planearía levantarme sin alarma y hacer algo de de yoga, hacerme unos wafles con café y desayunar en la cama mientras disfruto de un buen libro sin límite de tiempo. Me bañaría y haría un paseo relajado. Por hacer algo diferente, iría a que me hagan un masaje, hasta buscaría una piscina. No contestaria el teléfono. Llegaría a casa a escuchar música, quizá hasta me ponga a llorar un rato mientras escriba y tome vino con un camembert de mi papa, bailaría sobre mi mat y pondría una peli, pediría pizza dulce, y tomaría otra copa de vino, me bañaría de nuevo y tendría una noche sin culpas viendo Gossip Girl.
Hoy, al ver hacia atrás, puedo saber cómo luciría un día de amor propio para mí, no me malinterpretes, no es que no disfrute de ir de shopping o ponerme bonita, es solo que ahora le daría prioridad a como me quiero sentir, a lo que busco detrás de la acción. Iniciando el año se me ocurre que quizá la pregunta al momento de hacer una meta es: ¿Qué sentimientos busco detrás de esa meta? Más allá de las acciones, definir sensaciones como la plenitud, la libertad o el amor es clave.
